Guadalupe Juárez
Puebla, Pue.- En las calles del Centro Histórico resuenan melodías que rompen con el bullicio generado por los automóviles, la gente corriendo hacia sus trabajos mientras hablan por teléfono o las sirenas de patrullas y ambulancias.
Puede ser sobre la 2 Sur y la 9 Oriente o cualquier otro cruce entre calle y calle de las cuadras del Centro Histórico, donde aparece Omar García Hernández dándole vuelta a la manija de su organillo para entonar hasta ocho canciones por día, que sobresalen por encima del ruido de la ciudad.
Las mañanitas, Mi querido Viejo, El Noa Noa de Juan Gabriel, Adiós Amor, Yesterday y hasta Dance a Monkey en versiones acústicas resuenan en las calles, gracias a Omar, un hombre de pocas palabras, pero que al hablar de música y su oficio, sus ojos se iluminan y esboza una sonrisa que sobresale por encima del cubrebocas.
Sobre el instrumento que toca, compuesto por una caja de madera, tubos de metal, un sistema mecánico de relojería, un rodillo al interior que gira para hacer surgir las notas, hay un oso de peluche que pareciera sostener un bote de aluminio para que las personas que escuchen las canciones cooperen alguna moneda.
Omar es poblano, padre de cuatro hijos y antes de ser organillero y caminar por horas con 45 kilógramos que pesa su instrumento, era carpintero. Pero cuando se quedó desempleado, la necesidad de obtener ingresos por su cuenta, lo llevó a un grupo de amigos que le hicieron encontrarse con un oficio que amaría porque le da la oportunidad de alegrar a quien lo escucha o de distraer a quien ha tenido un día difícil.
“Me gustan las melodías, porque siento que llevo alegría a la gente. Porque de otra forma, a lo mejor pasamos por momentos difíciles y ya con una melodía se nos alegra el día”.
Girar la palanca que causa que las canciones salgan del organillo pareciera fácil, pero Omar dice que es muy pesado, más sostenerlo de pie sobre la acera, donde por hoy la gente pasa de largo sin percatarse de su presencia.
Hace pausas cada que necesita tomar aire para relatarme que renta ese instrumento por 200 pesos diarios y debe trabajar ocho horas seguidas, desde las 10:00 de la mañana hasta las 18:00 horas -si la lluvia se lo permite- para conseguir el sustento de su familia.
Omar sólo se dedica a cuidar el instrumento y no puede decidir cuáles melodías entonar, porque tendrá que esperar para darle varias vueltas a la palanca para encontrar la canción que quiere o invertir el movimiento para repetirla si así se lo piden. Para el mantenimiento, debe viajar a Ciudad de México, para evitar descomponerlo o para cambiar el repertorio en él.
Quedarse en un punto del Centro Histórico y entonar las canciones, depende de la cantidad de personas que circulen sobre la calle, si hay muchos que caminen sobre ella, se queda. Por lo regular, encuentra un espacio junto a un comercio, en donde espera que los transeúntes cooperen para seguir dándole vuelta a la manija del organillo.
Hay ocasiones en que lo acompañan sus hijos y otras donde él solo con su instrumento y el oso de peluche pegado encima, recorre las calles a las que llena de música y alegría.